LAVADO DE ACTIVOS EN COLOMBIA
El lavado de dinero es uno de los fenómenos más representativos de la
economía subterránea en Colombia, ya que en él convergen los dineros
obtenidos de actividades ilegales. Para entender cómo funciona y cómo se
inserta el dinero mal habido en la economía formal, se realizó una aproximación
mediante el análisis del dinero incautado por las autoridades sobre
este crimen, con el propósito de establecer cuál ha sido su posible impacto
en el comportamiento del PIB de los departamentos político-administrativos
del país. En este orden de ideas, se encontró que el lavado de activos
afecta más a los departamentos ubicados en la zona fronteriza, por la posibilidad
de salida al exterior y a las grandes ciudades de economía dinámica.
El lavado de activos se ha convertido en una problemática que afecta seriamente la
economía del mundo, pues éste le ha permitido a las diferentes organizaciones
delictivas penetrar en los negocios lícitos escondiendo sus ganancias, lo que ha
conllevado a que se distorsione toda la actividad económica y comercial en el
mundo, generando con ello una red de corrupción que crece cada día más.
Este fenómeno ilegal consiste en hacer que los fondos o activos obtenidos a través
de actividades ilícitas, aparezcan como el fruto de actividades lícitas y circulen sin
problema dentro del sistema financiero. Este fenómeno ha hecho que grandes
empresas surjan en el mercado de manera rápida, sin embargo, han existido
algunas en las que el ilícito de sus actividades y la forma acelerada de crecimiento
ha sido causal de sospecha para quienes tratan de combatir este “negocio” logrando
dar con el cierre de muchas de las mismas.
El auge que ha tenido
el negocio del lavado de activos en el mundo ha sido significativo y ha marcado la
historia económica de algunos países, como lo que ha ocurrido en Colombia.
El lavado de dinero se presenta como un delito que aparenta legalidad en sus
actividades económicas, implica el operar de este libremente y que los recursos
provenientes del mismo circulen sin problema alguno por cualquier país.
En la
actualidad, el proceso mismo es un crimen separado del delito que produjo el dinero,
pues, el lavado de activos se ha examinado desde la perspectiva del negocio del
narcotráfico donde se extiende a diferentes modalidades delictivas relacionadas y
vinculadas a la criminalidad, eventos no lícitos que generan grandes flujos de dinero
y que necesitan ser aparentados como limpios e introducidos en la economía formal
entre los que se encuentran: el tráfico ilícito de armas, tráficos de seres humanos,
tráfico de órganos, prostitución, pornografía, secuestro, extorsión, delitos contra la
administración, terrorismo.
A pesar de que Colombia pasó en la última década de ser considerado un Estado fallido por la violencia y el narcotráfico a atraer sumas récord de inversión en petróleo y minería, el país continúa siendo terreno propicio para este tipo de actividades ilícitas.
En el apogeo del legendario jefe del Cártel de Medellín Pablo Escobar, en la década de 1980, gran parte del dinero del narcotráfico llegaba desde Estados Unidos a Colombia oculto en aeronaves y barcos. Luego era escondido, depositado en bancos o destinado a lujos, a comprar automóviles, fincas y suntuosas casas.
Ahora los delincuentes se han sofisticado. Ante los cada vez más rigurosos controles en el sector financiero, los narcos han optado por recibir buena parte de las utilidades con bienes que sus distribuidores en el extranjero les envían a muelles como Puerto Nuevo, donde la vigilancia estatal es mínima por falta de infraestructura y de presupuesto.
En lugares como Puerto Nuevo, los delincuentes se aprovechan de las milenarias costumbres de los Wayuu que no reconocen la frontera física en los cerca de 15.000 kilómetros que habitan entre el extremo norte colombiano y el estado venezolano del Zulia. Eso dificulta el control de las autoridades.
Redes de intermediarios de los narcotraficantes reciben el dinero en países como Panamá y Aruba, en donde compran las mercancías que ingresan de manera ilegal a Colombia por las diferentes fronteras para ser vendidas y recuperar el efectivo.
"Es una tarea imposible", dijo Luis Carlos Cañas, jefe de la oficina de impuestos en el poblado de Maicao, en La Guajira, mientras inspecciona un camión repleto de lingotes de aluminio que acaba de cruzar la frontera terrestre con Venezuela. "Simplemente no tenemos los recursos humanos para revisar todo", admitió.
En esa parte de la frontera terrestre se han identificado más de 150 caminos rurales o trochas a través de los cuales ingresa el contrabando. Vigilar esas rutas es una tarea titánica para los apenas 70 policías de aduanas destinados a esa región.
El ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, expresó preocupación porque la fuerte devaluación de la moneda venezolana, decretada por el Gobierno en febrero, aliente el flujo ilegal de mercancías desde el vecino país. La diferencia cambiaria abarata el contrabando en pesos colombianos.
Una vez que la mercancía es vendida en Colombia en una red que además del comercio informal incluye almacenes reconocidos y registrados legalmente, el dinero de la droga queda limpio y es difícil de detectar por las autoridades.
"El lavado hoy está en todos los sectores, ya no existe esa acumulación en un sector porque los delincuentes se están sofisticando cada vez más y están diversificando sus portafolios criminales", dijo a Reuters Luis Edmundo Suárez, director de la Unidad de Información y Análisis Financiero de Colombia (Uiaf).
Los cerebros encargados de legalizar el dinero echan mano a casi cualquier producto que se pueda comercializar, desde juguetes y electrodomésticos, hasta camiones de bomberos, licores, cigarrillos, perfumes, alimentos y animales para el consumo humano como vacas.
En sus maniobras los investigadores encuentran rastros sospechosos: un whisky vendido al público a un precio inferior al que cobran las grandes multinacionales que lo producen, o zapatos importados desde China que cuestan el equivalente a un dólar, que no alcanza a cubrir ni el precio del transporte.
"Que el precio del bien sea más bajo que el precio al que sale de la fábrica que lo produce lo dice todo: blanco es, gallina lo pone", explicó Ortega, de la Dian. Esas "gangas" se encuentran en los comercios populares conocidos como los "Sanandresito", como se denominan los complejos que albergan a cientos de mini-almacenes.
En las últimas décadas se multiplicaron estas tiendas, denominadas así en alusión a la isla de San Andrés, a donde viajaban muchos colombianos para comprar artículos a precios de puerto libre que eran difíciles de conseguir en tierra firme antes de la apertura comercial, en 1990.
En el centro de Bogotá, en una zona de cinco manzanas, se encuentra uno de estos complejos, con miles de almacenes repletos de electrodomésticos, ropa y todo tipo de accesorios más baratos que en el resto del comercio del país y que en la mayoría de ocasiones no entregan facturas.